Una de las dudas más habituales que me planteáis siempre es la de por qué los neurotípicos pueden criticar o destripar a una persona y luego ponerle una sonrisa o irse de copas con ella como si nada.
Nos sentimos traicionados cuando esto ocurre, lo consideramos falsedad, no lo podemos entender. La hipocresía es una de las cosas que más frustración y rabia nos provocan.
¿Harán exactamente lo mismo con nosotros?, ¿mañana nos van a criticar y destripar mientras hoy nos ponen una sonrisa? ¿Por qué? ¿Cómo pueden actuar como si nada con alguien que, según cuentan y dicen, les cae tan mal o les ha hecho tanto daño?
Y cuando nosotros les contamos lo mal que nos ha tratado alguien y nos dicen que sí, que están de acuerdo, que tenemos razón… ¿Cómo pueden estar solidarizándose hoy conmigo y mañana, sin embargo, estar de copas con la otra persona tan tranquilamente? Es como si nos apuñalaran. Nos indigna y no lo podemos entender.
«La regla del juego» tiene un tema principal: la diferencia de clases. Los criados viven en la planta baja de la casa y los ricos en la parte alta, pero no vamos a eso ni es de ello de lo que yo quiero hablar. Hay otro tema en la película que a mí me gusta mucho más y que como autista me cortocircuita la cabeza. Se vienen spoilers, avisados estáis, aunque como es una película de 1939 pues ya me lo perdonaréis.
Los personajes son infieles, todos con todas y, además lo saben. Sin embargo, hay una extraña connivencia en ello. En el grupo reina la armonía, todo son sonrisas, todo buen rollo y todas las relaciones son correctísimas, amables y elegantes.
¿Por qué? ¿Cómo es posible? ¡Pero si todos los saben!
¿No os cortocircuita la cabeza esto?
El truco está en que no es algo público, todos lo saben pero en privado, es decir, las personas hablan de las infidelidades del que no está presente pero no de las suyas propias.
Aunque sepan que a ellos también les ponen los cuernos y sepan que los demás lo saben, fingen que no saben que los demás lo saben (“el desenladrillador que lo desenladrille…”). Y así sigue reinando la paz y la armonía.
¿Por qué?, pues porque oficialmente no es público que los demás saben que… no se si me explico. Mantienen la mentira común para seguir comportándose con total normalidad.
Una vez más, ¿por qué?
Pues porque el sentimiento de pertenencia al grupo está por encima de todo. Si oficialmente no se sabe, aquí no ha pasado nada y el grupo se mantiene unido. Sí, aunque yo sepa que tú sabes que…
Y si se supiera… ¿qué pasaría?
El grupo se rompe y se termina la diversión. Perdemos nuestro estatus, perdemos nuestra posición, perdemos nuestra forma de vida, perdemos nuestro ocio, lo perdemos todo. Esto, para los neurotípicos, es mucho más importante y está muy por encima del valor de la verdad.
Voy a meter otro ejemplo distinto antes de seguir con la película para que se entienda un poco mejor:
Esta semana leí en la prensa que en un sitio de aquí cerca, los vecinos dicen que la mitad del pueblo es corrupto y que los chanchullos con el Ayuntamiento son escandalosos, sin embargo, aunque todos los saben nadie lo dice ni lo denuncia.
¿Por qué?
Cito literalmente la respuesta de un vecino: porque si dices algo, al estar la mitad del pueblo pringado, luego no tienes ni con quien ir a tomar una sidra, ni te saludan.
Una vez más, la pertenencia al grupo parece estar por encima de todo en un cerebro neurotípico.
Vamos con un tercer ejemplo: el jefe que cuando ve una barbaridad cometida por un empleado decide mirar para otro lado causando un grave perjuicio al cliente, usuario, ciudadano, etc. Seguro que conocéis más de uno de estos casos de corporativismo.
¿Por qué?
Ellos mismos te lo dicen: es que claro, yo luego tengo que seguir tomando el café con ellos. Ya… y a ver si te van a excluir y ya no quieren tomarlo contigo ¿verdad? Una vez más el sentimiento de pertenencia al grupo por encima de todo.
Si pueden evitarlo, nunca van a crear un conflicto dentro del grupo social al que pertenecen.
Una de las cosas que más cortocircuita la cabeza a mi psicóloga neurotípica, es cuando le digo que no me importa generar un conflicto cuando considero que han sido pisoteados mis derechos como persona o como trabajador.
Su primera y máxima preocupación es: pero, pero, pero… ¡a ver si después no te van a querer hablar por el mal rollo!, y yo pienso: ¡ojalá!
¡Qué paz sería eso para mí!, ¡trabajar sin que me cuenten su vida! ¡Qué maravilla!, ¿dónde hay que firmar? Ahí es donde la que cortocircuita es ella porque para su cerebro eso sería la mayor tragedia de la historia de la humanidad mientras que para mí sería lo ideal, además de lo deseado.
Es por esto por lo que son capaces de destripar a alguien y a los 5 minutos irse al cumpleaños de esta persona con una gran sonrisa, porque no hay nada más grave para ellos que ser excluidos del grupo al que pertenecen, todo lo demás son… bagatelas.
Yo creo que es algo inconsciente, no es que lo decidan voluntariamente sino que les surge una sensación que les impide romper con el grupo, les retrae sólo pensarlo, les echa para atrás. Es algo que no pueden hacer.
Estoy seguro que a los autistas que estáis leyendo esto se os están revolviendo las tripas mucho, muchísimo con pensamientos del tipo: pero ¿cómo pueden seguir hablando con esas personas como si nada?
Mientras que los neurotípicos que estáis leyendo esto estaréis pensando: pero ¿cómo puede no importarle que no le hablen?
Pues esto tiene una respuesta muy sencilla: yo sólo quiero que me hable la gente que considero que merece la pena. El resto me molesta que lo hagan porque no se fingir ni ponerles una sonrisa ni tengo necesidad alguna de pertenencia o reconocimiento social, mientras que para un neurotípico no hacerlo supondría una de las mayores tragedias que les podría suceder.
Vamos a continuar con la película que la dejé en “stand by” y aún falta el meollo de la cuestión.
Hacia la mitad, se produce una escena en la que pillan una de las infidelidades “in fraganti”, una que ya todos conocían incluso los propios implicados pero…
¿Cuál es la diferencia ahora?
¡Pues que ahora ya se ha hecho público! Ahora ya no pueden seguir fingiendo que no saben que los demás lo saben. Ahí su moral y la moral colectiva de la sociedad en la que viven no lo puede permitir y entonces… entonces se comportan como el grupo espera que lo hagan.
Todo se rompe, se separan, todo estalla, bla, bla, bla y se termina sabiendo (públicamente) todo sobre todos. Se empiezan a mostrar completamente indignados, heridos y escandalizados por algo que ya sabían antes y, sin embargo, seguían actuando como si no lo supieran. La única diferencia es que ahora ya es público, ahora ya todos saben que todos saben que…
Así amigos funcionan nuestros queridos neurotípicos y, ¿sabéis qué?, no tenemos que enfadarnos por ello. Tranquilos, no hiperventiléis ahora mismo, respirad. Ellos son de una manera y nosotros de otra, sólo se trata de saberlo, de respetar y de entender sin enfadarnos que la pertenencia al grupo es algo muy importante para ellos, esencial diría yo.
Además, la hipocresía es una de las herramientas que nos ha permitido sobrevivir como especie. Sin ella, no habría grupo en la historia de la humanidad que hubiera durado ni lo más mínimo y recordad, que si hemos llegado hasta aquí ha sido justamente por ser parte de una manada, de una especie.
Los seres humanos nos equivocamos, no podemos comportarnos como justicieros de la verdad única y absoluta. Si no perdonáramos, ya no existiríamos.
La hipocresía es una gran herramienta de convivencia social, no aplicarla sería pegarse un tiro en el pie, porque tarde o temprano, todos y todas hacemos alguna cosa que moralmente no está bien vista. No os tenéis que sentir mal cuando veáis que se comportan así.
Como le dijo Jack Lemmon a Joe E. Brown en el final de “Con faldas y a lo loco”:
“Nadie es perfecto”.
¡Sed felices!