Arriba del todo mi firma a la izquierda y a continuación a su derecha el título Diario de un Nac Mac Feegle. Justo debajo pone blog personal. Todo ello en letras negras. Debajo de todo eso mi cabecera, alargada y estrecha, ocupa todo el ancho de la página: DIARIO DE UN NAC MAC FEEGLE escrito con la curva adecuada para que todas esas letras juntas formen el símbólo del infinito. A su derecha una media luna que lo rodea de colores verde, naranja y marrón claro. A la izquierda del todo y abajo una foto de mi cara dentro de un circulo en plan avatar, todo ello sobre fondo negro. Debajo de esta cabecera ya viene el texto en letras negras sobre fondo blanco. Abajo del texto en mayúsculas pone LEER COMPLETO EN y una mano que señala en la última fila de abajo soyaspieyque.com que está escrito con los colores de la cabecera y a su derecha el mismo infinito también de la cabecera. El texto central de la imagen dice: El autismo y las adicciones Esta no os la esperabais ¿eh? No la visteis venir. ¡Pero si somos angelitos azules! ¿Cómo vamos a tener adicciones? (Sarcasmo). Pues sí, tenemos adicciones y muchas pero son muy diferentes a las que estáis pensando. Venga que hoy os pienso sorprender (emoji carita sonriente)

Las adicciones

Cuando hablamos de adicciones siempre pensamos en sustancias nocivas para la salud pero no tiene por qué ser así: cualquier cosa en exceso resulta dañina, incluso aquellas a priori perfectamente saludables. Las personas autistas somos especialistas en «engancharnos» a casi todo. Una de estas adicciones, y quizá la que más os pueda sorprender, es la comida. Quiero aclarar que no estoy exagerando, ciertos alimentos a mí me producen ansiedad, necesidad y síndrome de abstinencia posterior. Son los mismos síntomas que desencadena, por ejemplo, el tabaco.

Es muy habitual en el autismo conocer personas que quieren comer siempre lo mismo. Es cierto que el tema sensorial afecta e influye a la hora de mostrar rechazo a determinados alimentos, pero existe otro factor importante que es el de la adicción a aquello que nos gusta.

Hemos hablado en numerosas ocasiones que las personas autistas sentimos de forma mucho más intensa, o como dirían los concursantes de «Gran Hermano»: en la casa todo se magnifica. Hoy en día sabemos gracias a la ciencia que tenemos un mayor número de conexiones sinápticas que un cerebro “neurotípico”, lo que podría explicar quizá por qué en nosotros todo es «más»: por qué todo lo que vemos a nuestro alrededor nos «duele» más, pero también por qué ciertas cosas aparentemente sencillas nos producen auténtica excitación e incluso un placer intenso.

Y ahí, justo en ese punto, es cuando se produce la adicción. Pero… ¿la comida? ¿En serio? Pues sí, muy en serio. Debo confesar y confieso que soy adicto al dulce, los bocadillos y la comida basura, hasta tal punto que llegó a convertirse en un problema de salud grave para mí. En el momento en que tengo una tableta de chocolate en casa o algún tipo de postre, bizcocho, etc. siento la irrefrenable necesidad de comerlo TODO de forma compulsiva. No importa la cantidad o lo grande que sea, hasta que no lo termino no quedo satisfecho.

Si compro, por ejemplo, embutido para tener en la nevera «por si acaso», es más que probable que me pase la semana entera desayunado bocadillos de chorizo, comiendo bocadillos de jamón y cenando bocadillos de salchichón. No importa que tenga otro tipo de comida en la nevera, es habitual que las ensaladas me caduquen y tenga que tirarlas a la basura. Siento lo mismo que un ex fumador al que le ponen delante un cigarro, o a un alcohólico al que le ofrecen una cerveza: ansiedad pura y dura. El efecto placentero que provoca en mí este tipo de comida, es tan intenso como el de cualquier droga para un cerebro “neurotípico”, generándome exactamente los mismos síntomas que cualquier adicción.

Cuando afecta a tu vida hasta el punto de engordar 20 kg en un año, mostrando además la analítica unos resultados más que preocupantes, se convierte en un problema muy serio que hay que solucionar.

Pero, ¿esto es algo que te ocurre a ti sólo o a todos los autistas?

Puedo deciros que en varios viajes que he realizado junto con otros compañeros, comer era, sin duda ninguna, el mayor y más intenso interés común. Cuatro, cinco días o incluso una semana entera comiendo hamburguesas, helados, chocolate, pasteles… de forma totalmente desproporcionada y compulsiva. La principal preocupación del grupo al levantarse por la mañana era dónde íbamos a desayunar. Era una necesidad perentoria.

Las caras de satisfacción al ver los enormes platos llenos a rebosar de dulces no os las podéis ni imaginar. Es una sensación de placer puro y extremo. El problema viene después, cuando toca parar. Sí, porque en algún momento hay que parar de este desenfreno continuo más propio de «Crónicas Carnívoras» que de llevar una vida que nos permita seguir cumpliendo años sin que el azúcar nos mate primero. Ahí es cuando llega el síndrome de abstinencia, la ansiedad… nuestra querida y vieja amiga la ansiedad siempre presente. Mi cabeza empieza a pedir más y más azúcar desde que me levanto hasta que me acuesto, mi cerebro quiere su dosis de placer, ya no puede vivir sin ella. Como os comentaba antes, al igual que no se le puede ofrecer un chute a un adicto que se está quitando, yo no puedo tener cosas ricas en casa porque no me puedo contener.

Así que, ¿qué me queda?, pues pasar «el mono».

En mi caso son tres semanas de dura batalla contra mí mismo para no entrar en el supermercado cuando mi cabeza me lo está pidiendo a gritos, cuando la ansiedad me aprieta hasta no poder quitarme esa sensación de querer chocolate, esa sensación profunda e intensa de estar muriéndome de hambre, pero no de brócoli no, ni de espinacas tampoco, de dulce, siempre del maldito azúcar. El bloqueo llega hasta tal punto que mi cerebro rechaza otro tipo de alimentos aunque ya los tenga preparados listos para comer.

Me obligo a comer «normal» aunque no quiera, tenga ganas ni me apetezca, luchando contra mi cabeza que clama por otras cosas. Tras comer, la ansiedad remite hasta la hora de la cena que vuelve a pasar lo mismo. Con el paso de los días la cosa va mejorando hasta que, finalmente, todo pasa. Estoy limpio, ya no tengo esa angustia ni esa necesidad, ya no tengo esa ansiedad. Empiezo a comer con total normalidad sin ninguna dificultad. Eso sí, sé que si compro dulce… recaeré.

 ¿Significa esto entonces que nunca podré comer porquerías? Je… je, je… je, je, je…

Es habitual escucharme decir: uf, tuve una semana tonta y no paré de comer. Después me toca volver a pasar «el mono», es lo que hay. Mi vida es una continua montaña rusa con el tema de la comida y los cambios de peso.

Es tanto el placer que nos suele producir el dulce, que incluso lo utilizamos como premio. Es raro la semana que no tengo una conversación con otros autistas del tipo: me acabo de comprar (y me voy a comer enteros) dos botes de helado de medio kilo o esta mañana me compré un pack de 8 flanes y ya no me quedan, hoy me lo merecía. Al día siguiente a controlarse y pasar ansiedad para no entrar nuevamente en caída libre.

Tenemos facilidad para ser adictos a todo tipo de cosas impensables. Recuerdo una chica que me contó que iba a clase sin dormir porque por las noches no podía dejar de leer. Yo, por ejemplo, tengo que tener cuidado con cosas como el ajedrez porque puedo jugar 14 horas seguidas sin darme cuenta.

Si pasamos el día sintiendo la necesidad de llegar a casa para ponernos con nuestro súper interés, mal asunto. De niño me pasaba también con los videojuegos, era ansiedad pura.

Cuando un interés afecta negativamente a tu vida diaria de tal modo que dejas de lado tus obligaciones, te descuidas a ti mismo o afecta a tu salud, pasa a ser una ADICCIÓN y como tal hay que tratarlo.

¡Sed felices!

2 comentarios en “Las adicciones”

  1. Madre miaaaa!!! Has descrito mi vida!! Es un sin parar, para controlar una cosa paso a otra y así, la comida es el tema principal porque desde pequeña la utilizo para regularme. Pero también los súper intereses. Gracias por darle visibilidad. De adolescente le decía a mi psiquiatra que era una yonqui de la comida, el lo interpretaba cómo excusa para no comer.
    Saludos

    1. Pues juro que no te he estado espiando jeje. Si nos hicieran un poquito más de caso cuando les decimos las cosas nos iría a todos mucho mejor. Yo también suelo decir que ¡soy un yonqui del chocolate! Gracias por pasarte por aquí y haber dedicado un ratito de tu tiempo a leerlo. Un abrazo fuerte y mucho ánimo con ese autocontrol.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

A %d blogueros les gusta esto: