Sobre mí
David Fuente. Cosecha del 81, como Álex Ubago pero sin el drama. Funcionario público del Principado de Asturias.
Actualmente trabajando en educación.
Diagnosticado de autismo nivel 1 con 35 años, hasta entonces sobreviviendo en un mundo que no era el mío, que no entendía y en el que nada tenía sentido. Y no me extraña, porque como decía Obélix: «están locos esos neurotípicos». Bueno, eso o algo así parecido creo que decía 😉
Nacido en Oviedo, capital del paraíso natural, donde los chigres huelen a sidra, los paisanos dicen «como ye, ho» y el paisaje es verde porque lo pintamos con Plastidecor. Existe una teoría apócrifa que sostiene que es porque llueve todos los días, pero como diría Krahe, ciertamente es un burdo rumor.
Crecí siendo el niño rarito, el especial, el que hacía cosas de mayores cuando aún no tocaba, el tímido que pasaba desapercibido, casi invisible, el que entraba en mutismo con desconocidos pero que cuando había confianza te soltaba las verdades a la cara sin ningún filtro, el que no disimulaba nada cuando algo no le gustaba, el que se quejaba por todo, el que entraba en erupción cuando le cogían sus cosas o se las cambiaban de sitio, el que detectaba los olores a kilómetros de distancia, distinguía los ingredientes de todo lo que le daban de comer con sólo dar un bocado, nunca encendía la luz porque no la necesitaba y el que pensaba que los demás estaban sordos por el volumen al que hablaban.
El adolescente que siempre estaba cansado sin saber por qué, al que le costaba recuperarse de una fiesta tres días mientras que el resto lo hacían en unas pocas horas, el que cambiaba de amigos constantemente porque nunca encontraba su sitio, el que se aburría con las cosas que hacían los demás, el que sacaba buenas notas hasta que dejó de sacarlas, el que se rebelaba contra las imposiciones sociales carentes de lógica alguna y el que se metía en todos los charcos por las injusticias que veía.
El que no podía más pero nunca pensó que aquello no fuera normal porque era como se había sentido toda la vida. El que no descubrió la verdadera gravedad de la situación hasta que escuchó por primera vez a una psicóloga del Teléfono de la Esperanza hablar de ansiedad y depresión.
El que siempre supo que era diferente a los demás.
Pero también el adulto que ha sacado una oposición, que tiene un buen trabajo, que es independiente, que tiene amigos, que da ponencias, viaja, toca la guitarra, escribe… y vive como le sale de los mismísimos cojones.
Ponerle nombre a lo que soy me salvó la vida.
Tras 35 años perdido, desubicado, sintiendo que no era de este planeta, me di cuenta que estaba jugando en el mismo tablero que los demás pero con las instrucciones equivocadas. Al fin pude ponerme en la casilla de salida, encontrar el camino y escapar de las tinieblas, tener una identidad, empezar a SER y a EXISTIR.
Comprendí que era válido. Aprendí cómo era mi propio funcionamiento. Dejé de vivir de la forma que me habían impuesto y empecé a hacerlo de acorde a mis características. Me convertí en un pequeño hombre libre.
Que nunca nada ni nadie os niegue vuestra realidad.
Entrevistas y eventos